Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros, contestando a mi excitación, ha vuelto sobre el asunto que tratábamos el Sr. Ministro de la Gobernación y yo.

Yo había apelado a S.S. porque entendía que su señoría, que tiene tanta memoria para todo, la tendría para recordar las conversaciones que tiene con otros hombres políticos, aunque de ellas acá haya transcurrido mucho tiempo. Me he equivocado, porque su señoría no tiene para esos hechos más que media memoria; por eso no ha dicho aquí, por lo visto, más que la mitad de las cosas.

En primer lugar, S.S. debía haber recordado que las conversaciones que yo he tenido con S.S., jamás fueron a petición mía. Yo deferí a los deseos de amigos de S.S. y míos, como defiero siempre a los deseos de los hombres políticos y de los amigos que creo van impulsados por el bien del país y por patriotismo; pero jamás tomé yo la iniciativa para esas conferencias. Ni en la primera, ni en la segunda, ni en la tercera nos pusimos de acuerdo en nada; y como no se trataba entonces más que de si había de venir Don Alfonso a reemplazar a Don Amadeo, claro es que no estuve yo de acuerdo en semejante cosa, y que por eso nunca, nunca, en ningún caso he estado yo de acuerdo en política con S.S., ni creo que hemos de estarlo nunca. Si hubiera estado de acuerdo con su señoría, siquiera hubiera sido condicionalmente, por lo menos mientras hubiera venido la Monarquía habríamos marchado juntos. Entonces no se trataba de discutir el más o menos de libertad que podía separar a un partido de otro, sino que se trataba de la Monarquía nada menos y de la persona que había de ocupar el Trono.

Y otro hecho, ya que S.S. no recuerda más que hechos, y otro hecho es, que si ni de la primera, ni de la segunda, ni de la tercera conferencia tuvo nadie conocimiento, fue porque yo le dije a S.S., y su señoría convino conmigo: "puesto que estas conferencias no han dado resultado alguno, puesto que no nos hemos puesto de acuerdo, no hay necesidad de decírselo a nadie, porque pueden los amigos de S.S. dudar de S.S., y pueden mis amigos dudar de mí, y como las conferencias no han dado resultado, para qué se han de publicar", y por eso se convino en que no dijéramos nada. Después se ha sabido, como se sabe todo esto. Pero si hubiera habido el más pequeño acuerdo entre S.S. y yo, ¿qué inconveniente había en que esas conferencias se conocieran y se conociera ese acuerdo? Y ya ve S.S. que voy marchando sólo por hechos, puesto que sólo hechos recuerda S.S.

Pero todavía hay otro hecho ya público, y es, que cuando vino la República y cuando después de la República vino la disolución de aquella Asamblea republicana, aquí se llamó a todos los hombres que fueran monárquicos y aun republicanos, a constituir un Gobierno, y S.S. no quiso formar parte de él porque su señoría era alfonsino; yo quise entrar en aquel Gobierno, porque entonces no era alfonsino. Yo dije entonces que venía a ayudar al país, que no tenía candidato alguno, que si las Cortes proclamaban a Don Alfonso, Don Alfonso sería para mí Rey de España. Nunca dije otra cosa, ni me he comprometido a otra cosa. Y siendo esto exacto, todo lo demás que olvida S.S. de palabras más o menos dichas por S.S. o por mí, no tiene importancia. Pero estos son los hechos, y una vez que así constan, que están confirmados, y hasta son públicos, yo nada tengo que decir, sino que siento que S.S. no tenga más memoria para todo. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Pido la palabra).

Yo entiendo, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que la simple recomendación del Gobierno para con un empleado, es una coacción, y mucho mayor cuando el empleado es llamado al despacho del gobernador después que se han sacado las listas en todas las dependencias del Estado. (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: No es exacto. -Rumores en los bancos de la izquierda). Como S.S. no es gobernador más que a medias, puesto que no suele ser más que el conducto y el buzón del Sr. Ministro de la Gobernación? (El Sr. Fernández Villaverde [3683], D. Raimundo: Tampoco eso es exacto), como lo ha sido en la cuestión de la Universidad, y después en todas las cuestiones importantes, resulta, por lo visto, que no sabe S.S. lo que pasa, cuando no sabe que todas las dependencias del Estado están sacando listas de todos los empleados. (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: No es exacto). Y S.S. que no sabe, por lo visto, lo que dice, ¿tiene el derecho de decirme que no es exacta una cosa que me ha confirmado el Gobierno? (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: Yo he dicho que no es exacto que yo haya llamado a mi despacho a los empleados).

Vamos por partes, que lo demás se irá aclarando. Por de pronto ya es exacto lo de las listas; lo demás, S.S. podrá negar que ha llamado a los empleados. (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: Lo niego). Pues los empleados que han ido al despacho de su señoría, dicen que han sido por S.S. llamados, y han sido muchos. (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: No es cierto). Lo menos hace cuatro días que está S.S. en esa operación. (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: Es completamente inexacto. -El Sr. Becerra: ¿No ha pedido S.S. listas?). El gobernador pidió listas a las dependencias del Estado, de sus empleados. (El Sr. Becerra: Y de los que no son empleados del Estado. -El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: ¿A quién? -El Sr. Becerra: A sociedades que no dependen del Estado. -El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: Completamente inexacto. -El Sr. Becerra: ¿Que no es exacto? -El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: No señor). Todo es inexacto para su señoría. Es verdad que para este Gobierno es inexacto todo aquello que no se puede probar con actas notariales, y aun lo que se prueba con actas notariales, porque cuando se presentan resulta que no hace fe el acta notarial. Debe S.S. ocuparse más de administrar la provincia, que es el deber principal de un gobernador, y menos de las elecciones y de venir a interrumpir a un orador que en uso de su derecho está haciendo una apreciación que había sido de antemano confirmada por el Sr. Ministro de la Gobernación, jefe de S.S. Pero, en fin, conste que los empleados pueden hacer lo que tengan por conveniente; que están en su derecho votando la candidatura que juzguen más a propósito para la gestión de los intereses municipales, sin que el Gobierno tenga absolutamente derecho a imponerles castigo de ninguna especie. Sépanlo, pues, los empleados, porque hay quien cree, hay quien dice otra cosa en contrario; pues quien dice eso (que no digo que es el gobernador) dice lo contrario de lo que dice el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, dice lo contrario de lo que dispone la ley. Y por ahora me basta; que ya tendremos cuidado de lo que se vaya haciendo con los empleados, y ya demostraré al señor gobernador, que lo que he dicho es exacto, que han sido muchos empleados llamados a la dependencia del Gobierno civil de la provincia, y que S.S. ha hablado con algunos de las elecciones y con un tono impropio de su autoridad? (El Sr. Fernández Villaverde, D. Raimundo: No demostrará eso S.S.). Yo se lo demostraré a S.S.

Por lo demás, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, yo no sé si S.S. hace lo que hizo el Gobierno que tuve la honra de presidir, si hace lo mismo que hizo aquel Gobierno, no valía la pena de que S.S. hubiera venido al poder. Habíamos convenido todos en que era necesario, urgente, poner remedio a nuestros males electorales, y como cada día van agravándose, ese Gobierno lejos de haber empezado por regenerar el sistema, lo que hace es empeorarlo; y eso no está bien, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y mucho peor está en un Gobierno que se llama conservador, que tiene que usar de mayor templanza.

En último resultado, no se trata sino de que se cumpla la ley; eso quiero yo, y eso deseamos todos.